El arte de la oportunidad
Frederic Solergibert

No se obtiene beneficio alguno soltando las riendas de nuestros asuntos y adaptándonos a lo que la vida quiera traernos. En cierta medida tenemos la responsabilidad de dirigir nuestro tiempo de vida hacia el logro de nuestras aspiraciones; de lo contrario, nos convertiremos en víctimas de las circunstancias.
Ciertamente no podemos adelantar la salida del Sol ni pagar para que haya Luna llena. El invierno sabe exactamente cuándo convertirse en primavera y nada puede convencer a las flores para que nazcan antes de tiempo. A medida que avanzamos en la vida, debemos aceptar que todo sucederá cuando se supone que suceda. Aceptar este principio nos enseña a ser pacientes, algo que es fundamental a la hora de saber aprovechar las oportunidades.
Pero también es cierto que vivimos tiempos difíciles y a diario convivimos con personas portadoras de mentes agitadas, personas tensas que van y vienen preocupadas, prisioneras de las manecillas del reloj, ansiosas por cumplir un horario y con fuertes deseos de ganar, con mucho temor a perder. Gente que trata de abrirse camino por medio de la competencia, el esfuerzo y la lucha diaria. La sociedad nos impone su ritmo y hemos de acatarlo si deseamos sobrevivir.
La naturaleza impone su ritmo y la sociedad el suyo. Dos corrientes que se entremezclan y a veces se confunden. Si nos imbuimos en el latir de la naturaleza podemos caer en el conformismo y creer que las cosas simplemente suceden y que por lo tanto sólo nos queda asumirlo. Mientras, el latido de la sociedad nos invita a luchar, a modificar, a conquistar.
La vida transcurre en ella y hay instantes difíciles, momentos álgidos, de dolor o de fracaso. Y aunque en la naturaleza las cosas sucedan, no podemos convertirnos en personas conformistas, que aceptamos cada calamidad como un designio de lo alto. Sin embargo, pienso que es mejor preguntarse cómo el desastre pudo haberse evitado o cómo podemos sacar ventaja de ello. El ritmo natural nos enseña a ser pacientes, a saber esperar el momento más adecuado para actuar, pero esto no implica pasividad, sino que la paciencia, la dedicación a algo y el confiar en uno mismo hacen posible apreciar nuevas posibilidades.
En la naturaleza todo sucede a su tiempo, pero la división del tiempo es un concepto artificial que hemos inventado para hacer más tolerable y humana la infinita eternidad y el Universo. Ya que nosotros hemos sido los inventores del tiempo, en cierta medida podemos modelarlo y jugar con él. El tiempo es diferente ante cada situación de la vida, el niño siempre tiene tiempo de sobra, el joven tiene una vida por delante, el adulto percibe que su tiempo se acaba. El tiempo es el mismo, pero en nuestro estado emocional influye en forma diferente. Tiempo y emociones están íntimamente ligados. Recuerdas la lentitud con que pasan los minutos cuando simplemente esperas que pasen para poder salir a hacer algo que te gusta, o lo rápido que transcurren cuando disfrutas con algo que te gusta.
El tiempo merece mucha atención. Si tratamos de ir muy rápido cometeremos errores; si deseamos tener éxito, es preciso desacelerar nuestras acciones. Cuando el paso se apura debido al temor o a la impaciencia, a menudo se crean al mismo tiempo nuevos problemas por resolver, y al final tardamos mucho más que si hubiéramos optado por un ritmo más pausado. A veces, quienes caminan deprisa pueden llegar antes, pero los peligros se acrecientan y el resultado es que el apresurado se encuentra en un constante estado de tensión.
Desacelerar la mente permite ver con claridad el futuro. Desacelerar el tiempo permite una perspectiva de los tiempos en que vivimos, tomar cierta distancia y ubicarse en una posición menos emocional, para ver así con mayor claridad las cosas por venir. Los apresurados suelen confundir un fenómeno superficial con una verdadera tendencia y verán sólo lo que quieren ver. Es mucho mejor ver lo que realmente está sucediendo, aun cuando sea poco placentero o dificulte nuestro progreso.
El éxito es para los pacientes que saben aguardar el momento oportuno para actuar. Paciencia no debe confundirse con temor, los miedosos adquieren un aura de precavidos cuando en realidad lo que temen es el final. Nunca demuestres tener prisa, pues el apuro delata falta de control sobre el tiempo y el propio actuar. Muéstrate siempre paciente, como si supieras que, con el tiempo, todos tus deseos se cumplirán. Aprende a mantenerte a la expectativa, esperando el momento adecuado, y cuando la oportunidad aparezca, aprovéchala.

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