Reflexiona: ¿Es la desigualdad a la mujer un problema de religión o de ignorancia?

La mujer musulmán: “la otra”

Marzo 8, 2010 - Por: Ana Laura Velasco Ugalde

Digamos que un país, un aliado cercano y socio occidental en los negocios, tiene una población mitad blanca, mitad negra. Los blancos tienen control total sobre los negros. Pueden pegarles si les desobedecen. Les privan del derecho de abandonar sus casas sin permiso; no pueden caminar sin ser molestados sin llevar el vestido oficial segregador, ni tener un trabajo decente en la administración o trabajar en absoluto sin el permiso de los blancos que los controlan. ¿Habría conmoción en nuestros países a estas alturas? ¿Habríamos impuesto sanciones comerciales y sometido a este país al oprobio internacional? Apuesten.” Son palabras de Geraldine Brooks, la escritora estadounidense, de origen australiano que escribió en su best seller “Un Mundo Bajo el Velo”, refiriéndose a la situación de las mujeres en Arabia Saudí. Es una reflexión que va más allá de la crítica a esta rígida sociedad, es una muestra de la enorme paradoja que enfrenta occidente, ante una de las religiones más grandes del mundo: ¿tolerancia y diversidad cultural, a costa de los valores de libertad, de individualismo y de igualdad?

En un mundo donde el flujo de personas e información es cada vez más denso, esta problemática desborda el ámbito geográfico y se convierte en un tema de interés local, como es el caso en varios países europeos, Estados Unidos, Canadá y Australia, entre otros, que tienen población inmigrante que profesa el Islam y que se incorpora a dinámicas sociales y culturales muy distintas a las de sus países de origen. Contrario a la perspectiva generalizada, en occidente, el mundo musulmán es muy amplio y heterogéneo y, como suele ocurrir cuando se simplifica, rebasa sobradamente las imágenes estereotipadas que se utilizan para describir al “otro”. La imagen de la mujer musulmana sometida, si bien es cierta para muchos casos, no alcanza a representar la complejidad de su situación.

¿Qué dicta el Islam?

El Islam es una de las religiones más grandes del mundo, disputando el primer lugar al cristianismo con una tasa de crecimiento mayor y con aproximadamente un 20 por ciento de la población mundial en sus filas. El país con mayor cantidad de población musulmana es Indonesia, seguido de Pakistán, India y Bangladesh. Este dato es importante, porque demuestra que el Islam, no se limita al Medio Oriente. Como se mencionó anteriormente, el Islam, no es monolítico. Los cinco pilares del Islam (la unicidad de Dios y la profecía de Mahoma, la oración ritual, la limosna, el ayuno y la peregrinación) abarcan los aspectos teológico y prácticos básicos de la religión, pero en cuestiones de tradiciones e interpretación de la ley se abre el espectro. Esto se debe a razones históricas y a las expresiones socio-culturales que se fueron formando en su expansión, por distintas zonas del mundo.

Estas variaciones influyen directamente en la condición de las mujeres. Entre los lugares más conservadores y rígidos en su trato a ellas se encuentra Arabia Saudí. Es innegable la influencia que tiene este país sobre el mundo musulmán, como protector de los sitios sagrados (Meca y Medina) y con un importante poder económico, aplicado al financiamiento de escuelas, la difusión cultural y otros programas. Los saudíes son promotores de un proceso de “unificación” fundamentado en una de las más intransigentes corrientes del Islam. Hay países que contrastan notoriamente, como se nota en los casos de Tansu Çiller, Benazhir Bhutto, Khaleda Zia, ex primeras ministras [i1] en Turquía, Paquistán y Bangladesh respectivamente, en Indonesia la ex Presidente Megawati Sukarnoputri y la actual primer ministro de Bangladesh Hasina Wajed. Ahora, esto no significa que en estos países todas las mujeres gocen de plenos derechos. Hay diferencias marcadas entre ellos e, incluso, hay variedad de circunstancias al interior de cada uno. Lo que si prueba es que hay lugares en los que, bajo ciertas condiciones, las mujeres musulmanas pueden participar en los procesos electorales y acceder a puestos de poder.

Pero, ¿qué dice el Corán? Explícitamente, el libro sagrado dice que el hombre es superior a la mujer, porque Dios (Alá) favoreció al primero y éste debe tutelarla. Se basa tanto en un favor divino, como en una superioridad económica, y se refleja en la autoridad casi absoluta que ejerce el marido (o la figura masculina con relación más directa) sobre la mujer. De acuerdo al historiador egipcio Samir Khalil Samir, en la práctica, las distinciones se traducen, principalmente, en diferencias jurídicas. La primera, la disparidad en la posibilidad de contraer matrimonio, concretamente, se refiere a la poligamia y, en consecuencia, al papel de la mujer como objeto de reproducción y placer. En segundo lugar, la mujer musulmana, no puede casarse con hombres de otra fe, porque los hijos, por tradición, adquirirían la religión del padre. El En tercer lugar, el hombre puede repudiar a la mujer con sólo repetirlo tres veces en presencia de dos testigos masculinos y sin tribunal. La mujer no tiene esta facultad, pues puede pedir el divorcio, pero queda, entonces, en una situación sumamente frágil socialmente. Así que, es el hombre el que comúnmente pide el divorcio.En cuarto lugar, la tutela de los hijos es del padre; aquéllos pertenecen a él. Este punto es especialmente problemático para las parejas de musulmanes inmigrantes que viven en países occidentales, porque si el marido decide llevarse a sus hijos a su país de origen, suponiendo que este sea uno donde aplique la Sharia (ley islámica), las posibilidades que tiene la mujer de reclamarlos de vuelta son muy limitadas. En quinto lugar, en cuestiones de herencia, a la mujer le corresponde la mitad del monto que recibe el varón. En sexto lugar, el testimonio de la mujer vale la mitad del de un hombre. Esto se sustenta en una controvertida afirmación, atribuida a Mahoma, en la que se señala que “la mujer es imperfecta en la fe y en la inteligencia.” En séptimo lugar, el hombre tiene autoridad absoluta sobre la mujer. Ésta es, quizás, la acepción más grave, por sus consecuencias prácticas, ya que contempla la obligación del hombre de corregirla, por medio de golpes de ser necesario y de prohibirle libertad de movimiento fuera de su hogar, incluso, para ir a la mezquita. El tema de la violencia de género es sin duda uno de los más alarmantes. En la popular red You Tube circulan videos donde un Imán (dirigente de los rezos comunitarios) explica el modo correcto de golpear a una mujer con especificaciones, tales como no golpear en la cara, no dejar moretones, no romper ningún hueso, entre otras. La agresión contra la mujer, no es en lo absoluto una práctica atribuible a una sola religión, es un problema que rebasa este ámbito y uno con el que varios países occidentales tienen aun cuentas pendientes. Sin embargo, el hecho de que el libro más importante de una religión lo dicte como una obligación del hombre es legitimarlo, si este texto se toma como ley suprema en un país.

Es difícil generalizar el grado de discriminación que sufren las mujeres en los países islámicos. Depende del grado de desarrollo de aquéllos, de sus tradiciones y de su cultura, y del grado de instrucción tanto del hombre, como de la mujer. Es por eso que cuando familias musulmanas se mudan a occidente se vuelve especialmente problemático para las mujeres empatar los dictados de su religión con su entorno y las decisiones que debe tomar. En palabras de Samir Khalil Samir “es el conflicto generacional de quienes están a caballo entre dos culturas y viven en su ámbito privado lo que en el plano público constituye una auténtica confrontación entre culturas y civilizaciones.”

Además de los señalados anteriormente, existen otros puntos controvertidos alrededor de las mujeres y el Islam. Entre ellos están el uso del velo, las muertes de honor y la mutilación genital. El Corán no dicta toda la vida de los musulmanes. Existe, también, el Hadith que es la colección de hechos y dichos de Mahoma, recopilados por sus seguidores y la Sunna que son las tradiciones islámicas vinculadas a Mahoma. Éstas, no son actos de carácter obligatorio, pero son aconsejables. Es aquí donde hay diferencias. Los juristas islámicos debaten continuamente sobre el legado de Mahoma, por lo que muchos temas quedan sujetos a interpretación. El uso del velo, por ejemplo, se trata, más bien, de una costumbre, aunque para algunos radicales es una especificación del Corán. Además, no queda claro qué es lo que debe ser cubierto. Algunas mujeres usan únicamente un velo que les cubra el cabello y otras se cubren completamente dejando sólo una rejilla para los ojos.

El problema que se le adjudica al velo radica en el significado de usarlo. Para occidente, el velo o hijab es el símbolo más evidente de la sumisión de la mujer, aunque el debate se amplía a la tolerancia religiosa, el laicicismo, el impedimento para procedimientos jurídicos, la libertad de expresión y los asuntos de seguridad. En Francia, por ejemplo, su uso en las escuelas está prohibido por la ley y en Canadá hay un arduo debate sobre el derecho de las mujeres con velo a votar. Hay que subrayar que en los países musulmanes su uso está relacionado, de forma directa, con el momento histórico y político que se vive, es el caso de Egipto, en donde hace treinta años, su uso era mucho menos frecuente y, conforme los grupos islámicos radicales tomaron fuerza, aumentó su utilización. En Irán, el velo era un asunto político, una forma de demostrar abiertamente el repudio a la occidentalización que trató de imponer el Sha. Vestir el velo era equivalente a ser revolucionaria. En Europa, muchas mujeres deciden usarlo como un símbolo de pertenencia a una cultura o a su religión y no, como muchas veces se piensa, como una imposición. Por otro lado, el caso turco es interesante. El año pasado, fue aprobada una polémica reforma que permitía el uso del velo en las universidades, evidenciando, según algunos analistas, un leve viraje hacia la tradición islámica, justo en un momento en el que Turquía intentaba entrar a la Unión Europea. ¿Se debe o no se debe legislar el uso del hijab? El debate continua y, al igual que en otros tópicos relacionados al Islam, requiere de un conocimiento profundo sobre la dinámica de esta religión y eso, desafortunadamente, no siempre ocurre.

A propósito de la legislación, en los casos de muerte por honor o mutilación genital, la controversia queda un poco más esclarecida, pero enfrenta otros problemas. La muerte por honor consiste en el asesinato de una mujer que por algún motivo haya deshonrado a su familia. Se lleva a cabo por el esposo, el padre, el hermano o algún miembro que considere que con el asesinato se limpiará el honor familiar. Estos crímenes no suceden únicamente en países con mayoría de población musulmana, se están extendiendo a aquéllos con importante migración de estos países y, en realidad, no se trata de una práctica religiosa, sino de una práctica social que ocurre, también en otros lugares del mundo como reflejo de una sociedad patriarcal, sumamente apegada a la idea de la mujer como objeto de procreación, idea básica en las sociedades tribales del antiguo Medio Oriente. Naciones Unidas calcula que ocurren alrededor de 5000 asesinatos de este tipo en el mundo. Establecida como asesinato premeditado es un crimen en los países islámicos, pero no siempre se plantea en estos términos y las respectivas legislaciones tienen huecos, por los que se puede evadir una pena. En los países occidentales, se persigue como homicidio, pero no siempre se considera premeditado, por lo que la pena es mucho menor. Hay quienes opinan que definitivamente se trata de un crimen premeditado, por estar sustentado en una preconcepción del honor familiar, que depende en las acciones de una mujer. Aquéllas pueden ir desde una breve charla con algún varón que no sea de la familia, hasta el adulterio. Lo último puede, como sabemos, ser juzgado por una corte occidental, pero he aquí otro ejemplo de los problemas de integración social: ¿se vive bajo la Sharia o las costumbres islámicas o se vive bajo las leyes seculares del país adoptivo?

La mutilación genital es uno de los temas que mayor reacción ha producido en occidente, ya sea en países receptores de migrantes musulmanes o no. La mayoría de los musulmanes niega continuamente que su religión la promueva: no está en el Corán, ni en alguna Sunna, al contrario, hay una sección del Hadith que acepta y aplaude el derecho al placer sexual de las mujeres. Se considera que es una costumbre propia de las tribus del norte de África y que el Islam adoptó cuando conquistó este territorio durante su expansión. Por desgracia, es una práctica que continua y, aún peor, que es apoyada por las propias mujeres, muchas de ellas analfabetas, aunque también existen las muy letradas que la defienden. En algunos países musulmanes está prohibida, pero es muy difícil aplicar la ley sobre una práctica socialmente aceptada.

La historia desgarradora de las niñas a la que se les corta un pedazo del clítoris, y en ocasiones también los labios vaginales, en unas condiciones de limpieza reprobables y poniendo en grave peligro su vida, ha sido escuchada muchas veces por occidente de boca de las propias víctimas. Una de ellas es la política y activista holandesa de origen somalí, Ayaan Hirsi Ali, que ha promovido un discurso sumamente crítico del Islam, por considerarlo una religión retrógrada y promotora de violencia que, además, es tan contraria a la democracia liberal, como lo fue el nazismo. Junto al asesinado director holandés, Theo van Gogh, dirigió un cortometraje llamado “Sumisión” en el que proyecta su visión de lo que significa ser una mujer musulmana. Fue una de sus movidas más arriesgadas y fue lo que llevo a la muerte, a su compañero de trabajo, a manos de un extremista islámico. Según Hirsi Ali, quién ahora es atea, no se trata de prohibir o negar la religión, sino de cuestionarla y recurrir a la razón, para resolver los problemas que le plantea a occidente.

¿Quién es ella?

No se puede hablar de una mujer que represente a las mujeres musulmanas en su totalidad, como se ha planteado a lo largo de este texto. Su situación es compleja y en algunos casos complicada. Una de las voces que intenta ser interlocutora entre el Islam moderado y occidente es la reina Rania de Jordania. Más allá de la imagen glamorosa, la reina ha aprovechado su privilegiada situación, para promover la educación como la herramienta por excelencia, para apoderar a las mujeres y alejarlas del maltrato y el abuso. Desde su perspectiva, aún existe sospecha, intolerancia y desconfianza en la relación entre occidente y el mundo árabe. Es por eso que, el año pasado, lanzó una convocatoria a los usuarios de You Tube, para que enviaran sus estereotipos sobre quiénes son los árabes y ella contestaría cada uno. Como era de esperarse, muchos de los estereotipos estaban relacionados con las mujeres y la reina reconoció que aún falta mucho por hacer, pero que tampoco se puede decir que todas las mujeres están subyugadas, porque sería negar el camino ya recorrido en algunos países.

La revista Forbes hizo un reportaje en 2007 sobre las mujeres musulmanas más poderosas en el tema de los negocios y resultó que 10 de ellas estaban en su lista de las 100 mujeres más poderosas de ese año. Algunas de estas exitosas mujeres son Naher Tahed, directora ejecutiva del Banco de Inversiones Golfo Uno de Arabia Saudí y la empresaria Lubna Olayan, también saudí. Es interesante que en un país tan conservador, estas mujeres se hayan abierto paso a posiciones de poder. En realidad, se trata de un giro muy lento en el reino de los Saud, pero que ya ha dado ciertos pasos significativos como el nombramiento de la primera mujer ministra, Nora bin Abdullah al-Fayez, y la más reciente apertura de la primera universidad mixta en el reino, la Universidad Rey Abdalá para Ciencia y Tecnología. Otra de las mujeres sobresalientes en esta lista es la jequesa Lubna Al Qasimi, Ministro de Comercio Exterior, y antes Ministro de Economía de Emiratos Árabes Unidos. También, figura la doctora afgana, Sima Samar, ex presidente de la Comisión Independiente Afgana de Derechos Humanos, y ahora observadora de Naciones Unidas para la crisis en Sudán. En occidente, hay numerosos ejemplos de mujeres musulmanas que están en puestos de poder en distintos ámbitos: educación, política, negocios, ONGs, arte, medios y deporte. Uno de los puestos clave es el de la paquistaní Irene Khan como Presidente de Amnistía Internacional.

El cambio en el papel de la mujer musulmana se dará a la par de un cambio en la educación y en el reconocimiento de sus derechos como persona, lo que implicaría una igualdad de oportunidades con respecto al hombre. Es un cambio que tiene que darse tanto en los líderes religiosos, como en las propias mujeres. El respeto a la dignidad de una persona y el reconocimiento de su libertad a decidir, no deben ser exclusivos de eso que llamamos occidente, que por cierto tampoco es un monolito, y jamás una imposición. Por un lado, occidente puede presumir de las mejoras sociales, resultantes de reconocer la dignidad de la mujer, pero, por el otro, también tendría que asumir la creciente mercantilización del cuerpo femenino y de la sexualidad como aspectos negativos. Al final, se trata del poder de elección. Las mujeres musulmanas son combatientes de la Yihad, mártires, soldados, refugiadas, primeros ministros, empresarias, banqueras, cocineras, madres, policías, diseñadoras, ingenieros, artistas, futbolistas, reinas, jinetes, profesoras, dentistas, abuelas, escritoras, actrices, esposas, activistas, prisioneras de guerra, científicas, primeras damas, hijas, estudiantes, novias, doctoras, abogadas, inmigrantes, modelos, y la lista podría seguir y seguir. El prototipo de la mujer musulmana es tan indefinible, como lo es el de la mujer occidental y, al mismo tiempo, queda más allá de los juicios de valor. Antes de recurrir a ellos, se debería empezar, por tratar de comprender el Islam. No se pueden tomar decisiones inteligentes, sin suficiente información. Y quizás, deberíamos aprovechar este tan necesario debate acerca de quién es el otro para averiguar un poco más acerca de nosotros mismos.

Fuente: www.interdepencia.com.mx

No hay comentarios:

Publicar un comentario